sábado, 14 de abril de 2007

Minimalismo: ¿el final de una época?

En la era de la personalización exacerbada y del individualismo, cada cosa que nos pertenece habla de nosotros. En ese contexto, el minimalismo entra en una lenta decadencia, para dar lugar a tendencias llenas de color, carácter y personalidad.


Por Magdalena Altieri
Especial

El término minimalismo nació en la década del ’60, de la inventiva de un filósofo y crítico de arte británico, Richard Wollheim, para describir algunas de las obras de los artistas y arquitectos estadounidenses del momento, como Donald Judd, Robert Morris, Anthony Caro y Carl Andre. Con los años, se extendió rápida e inusitadamente -como pocos otros tecnicismos- entre los profesionales de la construcción, y sobre todo, entre quienes empezaban a soñar su casa propia. Parafraseando aquella publicidad de Coca light… “levante la mano quien dijo que nunca viviría en una casa que parezca una caja de zapatos… ¡y ahora sueña una súper a la moda casa minimalista!”. Y no serán ciertamente pocas las manos alzadas.

Ni hablar si repitiéramos el experimento entre los arquitectos y decoradores. Quienes no hayan sentido de la boca de sus comitentes el consabido “quiero una casa minimalista”… pues habrán terminado por ofrecérsela.

La moda cuenta, y mucho, en este furor minimalista en el que se ha sumido el mundillo del diseño, la construcción y la decoración. Las casas de los barrios cerrados como modelo a seguir, las fotos de las revistas de decoración que desde hace un par de décadas endiosan al estilo que hace de la prescindencia de lo superfluo su razón de ser, sin dudas han tenido una influencia poderosísima en el gusto de las elites del mundo, y por cierto, argentinas. Porque también vale aclarar que el minimalismo no es para todos. El mismo John Pawson, arquitecto británico considerado el representante más importante del minimalismo, lo confesó en una entrevista con el diario español El País: “Se trata de un movimiento evidentemente elitista, pero en eso radica su fuerza. Poca gente puede tener un espacio minimalista, pero a la vez poca gente podría vivir en un espacio así”.

Asimismo, los arquitectos suelen detestar ser catalogados y/o etiquetados como “minimalistas”. El español Alberto Campo Baeza, por ejemplo, cuyas creaciones a simple vista son claros ejemplos minimalistas, insiste en desvincularse de este movimiento y encuadrar sus obras en un cierto “purismo”. Rem Koolhaas, por su parte, irónicamente dice que sus obras son minimalistas “porque no hay presupuesto para los detalles”. El mismo arquitecto holandés es quizá uno de los que mejor ha definido el minimalismo: “lo mínimo es lo máximo travestido”. Aunque quizá prefieran quedarse con esta última definición, de Donald Judd, otro artista pionero de este estilo (aunque también reacio a las etiquetas): “la expresión sencilla de algo complejo”.

El post-minimalismo. Los entendidos ya lo perciben: el minimalismo está en franca decadencia. Como moda, como elección de esa gran minoría mundial que dicta tendencia. Seguramente seguirán estando los acérrimos defensores de este estilo, como John Pawson; pero serán sólo quienes lo conciben como una auténtica forma de vida.

Justamente ése es el punto. Los arquitectos y decoradores que hacen bien su trabajo sostienen que antes que nada, se deben crear espacios que satisfagan las necesidades de quienes los van a habitar. La interiorista española Raquel Chamorro se alinea entre quienes piensan que está llegando el final de la era “minimal”. En una entrevista concedida al suplemento dominical Magazine, del diario español El Mundo, declaró: “No es que estemos en un nuevo barroco, pero el minimalismo ha muerto completamente porque no tiene la suficiente calidez para envolver un hogar”.

El acto de defunción del minimalismo no está firmado definitivamente, creemos, y quizá no lo estará jamás. Sobrevive entre tantos estilos nuevos -y también los que siempre vuelven- que seducen a los consumidores, a los habitantes de este siglo 21 en el que la búsqueda de la identidad pasa también por el hogar. “Dime dónde vives y te diré quién eres”…

El giro de tuerca está a la vista, los indicios también… el que quiera oír que oiga, parecen decir los grandes gurúes del diseño. Los jóvenes diseñadores e interioristas se inspiran en la naturaleza, en las tradiciones de la tierra en la que viven, en los pueblos primitivos. Vivimos una era tecnológica, en la que, sin embargo, el estilo étnico se impone con más fuerza que nunca. Este sería uno de los herederos del minimalismo. El étnico toma distintos carices según la persona y el lugar donde nos encontremos, pero en general se inspira en las culturas precolombinas, en la India, en Africa, en Marruecos… y en su riqueza infinita de colores y texturas.

Italia, con grandes diseñadores industriales como el recientemente desaparecido Vico Magistretti, ha irradiado durante años tendencias minimalistas en el diseño de interiores en el mundo entero. Hoy por hoy, los nuevos nombres que suenan en los circuitos del diseño proponen un estilo opuesto.

Patricia Urquiola, una arquitecta española nacida en la década del 60 y residente en Milán desde hace más de 20 años, es la nueva niña mimada del “design” itálico. Sus últimos trabajos para Moroso y Kartell están lejos de la geometría y la pureza abstracta del minimalismo. Curvas, colores, planos calados, reminiscencias de flores y tejidos románticos como el encaje ubican a sus obras casi al nivel de un neobarroco.

En esta línea también se encuentran los hermanos Campana, oriundos de Brasil, y adorados por sus diseños en los que rescatan las tradiciones artesanas latinoamericanas: cestería, tejido, y reciclado de materiales de desecho son algunas de las técnicas que utilizan en sus trabajos.

El Salón del Mueble de Milán demostró ya el año pasado que el minimalismo iniciaba a estar “out”, y este año, a partir del 18 de abril, parece repetir aún con más fuerza esta nueva tendencia.

Por último, y no es de desdeñar, esa maquinaria gigantesca de imágenes y moda que es Hollywood. Sus divas, con Scarlett Johansson a la cabeza, no transmiten ya la imagen desgreñada, “grunge”, de los 90; sino que destilan sensualidad, inspirada tantas veces en grandes mujeres de antaño.

La película “María Antonieta”, dirigida por Sofia Coppola y protagonizada por Kirsten Dunst, es una exacerbación del barroco, un canto kitsch a la juventud y la belleza. Y tanto los modistos como los decoradores del mundo ya se hacen eco del estilo de la polémica soberana.

Fuente: La Voz del Interior

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